Un ser humano no es un individuo, es la suma del individuo y los microorganismos que
en él se hospedan (un ecosistema en el que billones de microbios viven organizados y
en continua actividad). De hecho, poseemos diez veces más bacterias que
células propias. ¡Considerarnos “ser humanos” es una inexactitud, por cada célula con ADN
humano tenemos en nuestro cuerpo diez microorganismos que no son humanos! La
población total de bacterias en nuestro organismo puede llegar a pesar entre uno y
dos kilos. Y uno y otros evolucionan a la par y se adaptan en una relación simbiótica
en la que la ayuda mutua es absolutamente necesaria para la subsistencia.
La vida nació de una bacteria ancestral común, y durante casi tres mil millones de
años solo existieron bacterias en la Tierra y esto es así porque pueden mutar con total
facilidad.
Los microbios actuales, sin embargo, no son como los de antes, los microbios actuales
están tan evolucionados como nosotros y son infinitamente más resilientes. En el
pasado se creía que no podía vivir en un medio ácido, pero resulta que sí, lo que los
convierte cuando lo requieran, en enemigos difíciles de vencer ya que para sobrevivir
se adaptan a situaciones extremas e incluso pueden llegar a transformarse en brutales
asesinos !
Se podría decir que el ser humano, es humano solo antes de nacer. Ya que al
nacer perdemos el 90% de nuestra humanidad al colonizarnos billones de
microorganismos.
Si es por parto natural, la transmisión bacteriana se produce de forma directa de la
madre al bebé, cuya piel al atravesar el conducto vaginal y al entrar en contacto con
las heces y los fluidos de la madre, se impregna de las bacterias que despiertan su
inmunidad. Y no solo por vía tópica, también por vía oral. A estas bacterias se suman
las primeras tragadas al primer respiro y la primera bocanada de aire.
La lactancia es también determinante y refuerza y alimenta toda la colonia adquirida
por el bebé a partir del momento del alumbramiento.
Los niños amamantados desarrollan un sistema inmunitario exponencialmente más
eficaz que el desarrollado por niños alimentados con leche de sustitución. En los
niños recién nacidos su sistema inmune es completo pero inmaduro y al
amamantarlos, aparte de que obtienen todos sus nutrientes, los azúcares tomados de
la leche materna, que el neonato no puede digerir, actúan como fertilizantes de su
propia microbiota desarrollando componentes específicos de defensa que los protegen
de enfermedades infecciosas.
Por ejemplo, en la microbiota de los bebés nacidos por parto natural predominainan
las bifidobacterias, importantísimas porque inhiben el crecimiento de
microorganismos perjudiciales, estimulan la función inmunitaria, previenen la
diarrea, sintetizan vitaminas y otros nutrientes, protegen contra el cáncer y
ayudan a digerir almidones complejos y fibra dietética, mientras que los traídos al
mundo por medio de cesárea carecen por completo de ellas.
Sin embargo, los niños nacidos por cesárea no entrarán en contacto con las bacterias
vaginales y fecales de su madre y adquirirán una microbiota totalmente diferente a
aquellos que han experimentado un parto natural. Los bebés nacidos a través de
intervención quirúrgica son colonizados por otro tipo de microorganismos, aquellos
que se originan en el ambiente hospitalario y los que provienen del contacto con el
personal de atención sanitaria. Y son colonizados a través de la piel, lo que se podría
considerar antinatura.
Consecuencias a corto, medio y largo plazo del alumbramiento por cesárea:
o 80% más de posibilidades de padecer enfermedad celiaca
o Aumento del 50% en el riesgo de desarrollar obesidad
o Riesgo tres veces mayor de desarrollar TDAH
o Riesgo 5 veces mayor de desarrollar alergias
o Riesgo doble de padecer algún trastorno del espectro autista
o 70% más de posibilidades de desarrollar diabetes tipo I
Vistas a través de un microscopio, nuestras entrañas son como un auténtico
microplaneta con diversas zonas climáticas y múltiples hábitats. Adicionalmente
Nuestros intestinos albergan Una suerte de Células policiales, las del Sistema
Inmunológico y ellas un su vez ESTÁN vigiladas Por un motín antidisturbios Que eliminan
implacablemente una CUALQUIERA Que se Presente, Los Cuales hijo moderados por
ecuánimes agentes de Asuntos Internos.
Estas cien billones de microscópicas criaturas tienen un vínculo asociativo simbiótico
de 3 tipos: mutualismo en el cual ambas partes se benefician de la unión;
parasitaria, cuando solo uno de los dos obtiene un beneficio y comensalismo cuando
uno de los microorganismos se beneficia de la relación pero sin coste, o con coste
nimio para el otro. Cuando nuestra microbiota está equilibrada, la relación
desarrollada entre nosotros y nuestros microorganismos es de mutuo beneficio
(mutualismo).
La microbiota aumenta en cantidad y complejidad según descendemos por el tracto
gastrointestinal. Y la máxima concentración de bacterias se da en el intestino grueso
. De hecho, la mitad del peso de las heces son bacterias! No obstante, el
colon no es un mero vertedero, sino que en realidad cumple varias funciones
importantes. No hay que olvidar que la excreción es un factor fundamental para
mantener una ecología interna sana.
El problema es que en dicho vertedero se acumulan potencialmente tóxicos,
los cuales son el caldo de cultivo de todo tipo de enfermedades, incluido el temido
cáncer de colon, cuya aparición es casi siempre sorpresiva ya que avanza de forma
silenciosa debido a que en esa zona hay muy pocos receptores al dolor.
De acuerdo a dos estudios recientes publicados sobre la microbiota realizada por el
Instituto Flamenco para la Biotecnología, en Bélgica y la Universidad de Groninga en
Holanda, hoy sabemos que las criaturas que pueblan nuestro ecosistema interno
desempeñan, sin duda, un importante papel no solo en las funciones digestiva e
inmunitaria sino también en la salud en general, incluida la salud mental. Todo
apunta a que las bacterias que habitan nuestro intestino inciden en la forma en como
trabaja la mente y podrían tener un gran protagonismo en malestares psicológicos
bien presentes en nuestra época tales como la ansiedad y la depresión.
En este contexto resulta alarmante saber que las bacterias que habitan en nuestro
intestino están en peligro de extinción ya que como en todo ecosistema la pérdida de
diversidad aumenta el riesgo que todo el sistema colapse!
La microbiota está compuesta por bacterias beneficiosas (flora de fermentación) y
bacterias no beneficiosas (flora de putrefacción). Las primeras son benévolas y
protectoras frente a otros tipos de bacterias y virus potencialmente patógenos.
También son metabólicas y desempeñan una labor esencial en el proceso digestivo
sobretodo en lo referente al tránsito intestinal y la eliminación de residuos y
mediante la absorción de minerales y síntesis de nutrientes. Producen varias
vitaminas esenciales para la salud del cerebro y todo el sistema nervioso,
incluida la vitamina B, -cuyo déficit supone un factor de riesgo para desarrollar
depresión- y colaboran activamente en la función inmunitaria estimulando la
producción de defensas (linfocitos).
A las segundas, las no tan beneficiosas, son también útiles en algunos aspectos,
aunque es indispensable que estén en minoría para mantener el equilibrio de la
microbiota.
Marisia Jiménez ND
Basado en el libro de Camilla Rowlands